VIEJAS ESCENAS NUNCA ANTES CONTADAS (2)

Llegué bien enojado a la universidad, bueno, casi siempre llegaba enojado a la univerisdad. Ese día me encontré con un compañero y coincidimos en que ambos estábamos muy enojados. Él me dijo: “puta madre, estoy harto de vivir en esta puta mediocridad, pinche gente no agarra la onda”. Mi pensamiento era similar, pero no lo externaba como él lo hacía. Yo fui más directo, le dije: “vamos por datura inoxia, eso nos hará bien, diluirá la furia que traemos encima”. Seguido a mi declaración el silencio reinó por 40 segundos, nuestras miradas se cruzaron. Mi compañero exclamó: ¡eso es, vamos! Sabíamos que encontrar la planta sería algo difícil ya que en la ciudad no hay mucho terreno enmontado en donde se pueda conseguir precisamente esa planta que es altamente tóxica, por no decir venenosa. Dimos varias vueltas, buscando un pequeño monte en donde pudiéramos conseguir la planta. Nuestro objetivo era encontrar una planta tipo arbusto con flores blancas, lo más preciado de la datura es el fruto. El fruto es una esfera pequeña de color verde toda llena de pequeños picos. Como si el fruto dijera “no me toques”. Pasaron dos horas y nuestras pesquisas no tuvieron éxito. Fue entonces que mi compadre dijo: vamos por floripondio. Era otro tipo de planta con un efecto diferente, menos devastador que la del fruto de los picos. Llegamos a una casa, en las rejas estaba la enredadera, las flores eran amarillas. Estuvimos varios minutos en el carro viendo las flores pero nunca nos animamos a tomarlas. Nos retiramos y seguimos dando vueltas. “Esto no se queda así, no puede terminarse. Algo tenemos que hacer. ¡Ya sé! Vamos por ácido lisérgico”. En ese momento pensé, de todos los males el ácido es el hijo menor. Había mucha diferencia entre la datura y el lsd. De un viaje oscuro iríamos a uno multicolor. Lo logramos, el distribuidor del lsd nos vio afuera de la sex shop cerca del Hyatt. Allí nos dio dos papeles. Los ingerimos en medio segundo. Después de la comunión nos dirigimos a mi casa para esperar el efecto que ansiábamos: alucinación, euforia, escape, no mundo.

Estuvimos esperando el efecto como por una hora, no pasó nada relevante. Nos había ganado la desesperación así que tomamos jarabe para la tos, nos metimos unas pastillas e inhalamos thiner para ver si eso nos levantaba el ánimo. Quedamos bien alelados. De pronto nos pusimos a dibujar en un album viejo y a hacer música con unos audífonos conectados al plug in del micrófono de mi PC y la grabadora de sonidos de windows. Nuestras voces se distorsionaron de forma monstruosa en la escandalera que habíamos armado. Estábamos completamente bajo la influencia del ácido lisérgico, de nuestra boca salían risas y declaraciones necias. Fue en un segundo que nos dimos cuenta que amanecía. Nos asomábamos a las ventanas para ver que ya estaba transcurriendo el día siguiente. Veíamos con sorpresa a la gente que pasaba por la calle dirigiéndose a su trabajo. En la esquina había una señora con una blusa de rayas rojas con blanco y una minifalda negra, tendría unos 48 años y un cuerpo bien raro. Quedamos embelezados con la imagen hasta que Andrés Manuel López Obrador llamó nuestra atención en el noticiero matutino de Loret de Mola. Esa mañana fue ridiculizado por Carlos Loret, el señor López se levantó y se fue. Cambiamos de canal a SIPSE televisión justo cuando el químico farmacobiólogo titular de la Comisión para la Juventud y el Deporte en Yucatán, José Blanco Pajón, declaraba que por seguridad era necesario implementar el antidoping en todas la escuelas. Algo quedó grabado en mi mente: “las drogas son una amenaza”. Semanas después un joven que había ingerido MDMA asesinó y descuartizó a una chica en un cyber café.

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